miércoles, 6 de septiembre de 2017

LAS CONSECUENCIAS DE DECIR:” NO ME TRAIGAS PROBLEMAS, TRÁEME SOLUCIONES”


Sabina Nawaz en hbr.org del pasado 1 de septiembre plantea que es tiempo de que dejemos de decir la frase: “No me traigas problemas, tráeme soluciones”, ya que  aunque los defensores de este enfoque crean que reduce las quejas, que mejora la motivación y el desarrollo profesional, que ayuda a que los trabajadores gestionen y que impulsa las carreras, el responder a este reto puede ser complicado.

No todos los problemas tienen soluciones sencillas. Abordar la complejidad de muchos asuntos puede requerir la participación de numerosos profesionales con talento que aporten diversos puntos de vista. Adam Grant opina que el pensamiento centrado exclusivamente en la búsqueda de soluciones no conduce a una cultura de defensa y no de indagación en la que cada persona afronta la situación encerrada en su forma de resolver el problema y lucha por esa solución en particular en lugar de considerar perspectivas múltiples.

El enfoque de “tráeme una solución” puede originar que los profesionales se bloqueen y se callen por miedo, florezca una cultura de intimidación y prevenir que algunos problemas afloren hasta que se hayan convertido en crisis.

Muchos directivos, a pesar de sus contraindicaciones, continúan diciendo esta frase porque así aspiran a evitar una cultura de quejas, pero el hecho de comunicar los posibles fallos de una iniciativa no es quejarse. Si se presentan de forma adecuada se contribuye a crear un entorno en el que los profesionales se encuentran seguros e informan de las malas noticias con prontitud facilitando al líder un tiempo precioso para evitar las crisis.

La autora propone para que los directivos animen a sus equipos a comunicar los problemas de forma productiva que éstos:

1.- Creen un entorno de seguridad para que los profesionales no teman informar de las malas noticias. Bill Gates, en su libro “Business at the speed o thought” mantiene que una de sus principales tareas como  director general era escuchar las malas noticias para poder actuar y solucionarlas. Discutir los problemas con los colaboradores puede servir a contemplarlos desde una nueva perspectiva.

2.- Pidan que se informe de problemas reales no de quejas. Los profesionales deben aprender a distinguir entre plantear una preocupación válida y quejarse. Las quejas suelen expresarse como verdades absolutas, utilizando términos como “siempre” o “nunca”, en lugar de apoyarse en hechos concretos, con frecuencia tienen villanos (ellos) y héroes (nosotros) y no suelen ahondar más allá de la superficie del problema.   Presentar el estado del problema, por otra parte, facilita datos objetivos, examina los factores y causas subyacentes del mismo y revela el rol de cada profesional en su aparición, incluido el del que lo presenta y al reconocer la parte que juegan en el mismo sabremos que está abierto a ser parte de la solución y no se limita a culpar a los demás.

3:- Encuentren al profesional adecuado para resolver el asunto. Cuando un colaborador nos plantea un problema debemos considerar su alcance y la habilidad de la persona que lo presenta para resolverlo. Si pensamos que de forma individual puede responder al reto posiblemente lo único que necesiten es contar con nuestra aprobación para hacerlo o con ayuda para ver cómo enfocar la situación de forma que se amplíen las posibles soluciones.

Si, por el contrario, el tamaño del problema supera su habilidad para solucionarlo puede darse el caso de que otro profesional sea el más adecuado para abordarlo o sea necesario contar con la colaboración con personas de otros departamentos. En algún caso el problema puede ser tan importante que el directivo debe mantenerse involucrado.


Por tanto, dependiendo de la situación podemos pedir al profesional que responda al reto o agradecerle por haber planteado el problema y asignar su solución a la persona más apropiada o al grupo o grupos más indicados para hacerlo.

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