domingo, 24 de septiembre de 2017

LA COMPASIÓN CLAVE DEL ÉXITO


Christopher L. Kukk , en su libro “The compassionate achiever. How helping others fuels success”, plantea que durante décadas se ha considerado que la clave de la prosperidad consistía en ser el número uno, pero investigaciones recientes muestran que para conseguir mantener el éxito tenemos que ser “triunfadores compasivos”.

El autor define “compasión” como la comprensión holística de un problema o del sufrimiento ajeno con el compromiso de actuar para resolver el problema o de aliviar el sufrimiento. La voluntad de actuar es lo que le distingue de la empatía. Esta última consiste en  la comprensión de lo que la otra persona está experimentando, pero para la compasión esto no es suficiente ya que tiene que hacer algo para actuar.

Ser compasivo no implica intentar ser un santo o ser tan amable que nos convertimos en un “felpudo” para los demás. No es una señal de debilidad sino de todo lo contrario ya que se necesita fortaleza para mantener una actitud racional y de ayuda cuando lo más sencillo sería dejar de preocuparnos y ceder a la ira, sin olvidar que se necesita valentía para actuar, cuando es más fácil no hacer nada.

Tania Singer, directora de neurociencia en el Max Planck Institute for Human Cognitive and BrainSciences, ha encontrado que la  empatía y la compasión son dos fenómenos diferentes asociados a patrones distintos de actividad cerebral. Cuando sentimos compasión empleamos el mismo camino de actividad neuronal que cuando sentimos amor, mientras que cuando experimentamos empatía utilizamos las zonas cerebrales asociadas con el dolor, por lo que la utilización constante de dichas vías neuronales conduce a situaciones de burnout. Por esta razón la empatía, a largo plazo, no es sostenible. Pero, por el contrario, como la compasión está conectada a sentimientos de amor nuestra mente se encuentra preparada para el logro. Investigaciones centradas en un gen procesador de dopamina conocido como DRD4, por ejemplo, ha mostrado que cuanto mayor es el entorno de compasión en un aula mayor nivel de aprendizaje se consigue.

La compasión se considera comúnmente como una cualidad asociada a las “buenas” personas, pero sólo recientemente se ha comenzado a establecer la conexión entre compasión y éxito. Tener éxito se define como el hecho de alcanzar un propósito y ser un triunfador significa cosas distintas para cada persona, pero sea intentar obtener una promoción, conseguir unas determinadas ganancias económicas o estatus, por ejemplo,  la compasión nos va a ayudar a alcanzar nuestras metas de forma más eficiente y gratificante, ya que nos va a servir para solucionar problemas y para crear oportunidades para los demás.

Con frecuencia hemos escuchado que si queremos tener éxito en esta vida necesitamos suscribir la idea de la “supervivencia del más fuerte” y de que el éxito lo tenemos que agarrar porque si no otro lo conseguirá y nos lo arrebatará. Richard Dawkins en su libro “The selfish gene” argumentaba que los humanos somos unos “robots torpes” programados por nuestros genes para ser egoístas. Si nos mostramos compasivos, según esta línea de razonamiento, estamos dedicando nuestros recursos, tiempo y energía en ayudar a que los demás tengan éxito a expensas del nuestro propio, por lo que el camino de la compasión es la senda del perdedor. Los individuos, por tanto, según esta teoría de la “supervivencia del más fuerte” deben encontrar su ruta y luchar por ella con sus propios medios y esfuerzos, por lo que aquellos que llegan a la cima son los que merecen todas las recompensas que reciben. Si flaqueamos o fallamos, sencillamente, no merecemos nada.

La opinión de los biólogos, desde Charles Darwin, en adelante, por el contrario, contradice esta idea, ya que defienden que la cooperación ha sido más importante en el proceso de evolución de la humanidad que la competición. Resulta más trascendente para el éxito de un equipo el tener una perspectiva cooperativa que un patrón mental competitivo.

Darwin creía que la compasión es un instinto natural que todos compartimos. Este enfoque ha sido apoyado, posteriormente, por investigaciones de distintos campos del conocimiento. El biólogo Edward O. Wilson, por ejemplo, famoso por sus estudios sobre el comportamiento de hormigas y abejas que han permitido un acercamiento a una mayor comprensión de la conducta humana, ha mostrado que nuestra evolución de sociedades tribales a globales favorece las actitudes compasivas y cooperativas sobre las competitivas en las interacciones humanas. Wilson llama a nuestra “actividad de índole egoísta” en las relaciones humanas “la maldición del Paleolítico” ya que va a obstaculizar el éxito en nuestras relaciones interpersonales. Aunque el egoísmo haya podido representar una ventaja durante el Paleolítico cuando el “homo sapiens” vivía independiente de los demás Wilson defiende que es innatamente  disfuncional  en nuestras sociedades actuales altamente conectadas. Wilson demuestra en “The social conquest of Earth” que la evolución favorece un mecanismo de “selección de grupo” en el que los grupos que sean capaces de trabajar juntos de forma altruista tendrán una ventaja sobre aquellos en los que sus miembros no se muestran  tan compasivos y colaborativos.

Biólogos  de diversas universidades como Harvard o la estatal de Michigan han llegado a similares conclusiones a través de diversos proyectos de investigación: la clave para el éxito mantenido, en cualquier sector profesional y personal, se encuentra en cultivar la compasión y rodearnos de personas que se preocupen por los demás.

Nuestra disposición psicológica hacia la compasión se puede observar, también en la evolución de nuestro cerebro. El primitivo cerebro reptiliano, evolucionó con las adicciones del límbico y el neocortex para convertirse en el cerebro humano, pasando de estar exclusivamente centrado en los instintos de reacciones básicas como la preservación y el interés propio a ser capaz de comprender el valor de la colaboración y la compasión. Esta evolución ayudo a nuestros antepasados a sobrevivir al permitirles cooperar unos con otros cuando se enfrentaban con especies animales más poderosas y fuertes que ellos.

Investigaciones realizadas por Leonardo Christov-Moore y sus colaboradores, publicadas en “Social Neuroscience” han encontrado que: nuestro “motor primario” es actuar de forma “prosocial”, quizás por las formas reflexivas de empatía que borran las barreras entre los individuos. En otras palabras, mostraron que nuestros cerebros tienen que realizar mayores esfuerzos cuando perseguimos acciones egoístas que cuando actuamos desinteresadamente. Las cosas que nos producen placer favorecen la liberación de la hormona oxitocina por nuestro cerebro. Lo mismo ocurre, también, cuando actuamos de forma altruista y compasiva.

La idea de que el ser humano está programado para la compasión se ve reforzada al examinar  la parte del cerebro conocida como núcleo accumbens (al que se atribuye una función importante en el placer incluyendo la risa y la recompensa). Las investigaciones sobre la generosidad han demostrado que la dopamina se libera en dicho núcleo cuando realizamos actos caritativos. La compasión, pues, activa nuestros circuitos neuronales del placer.

Las investigaciones realizadas sobre la compasión han mostrado que entre sus beneficios se encuentran:

1.- Los estudios realizados por Rachel Piferi y Kathleen Lawler han mostrado que en las personas que muestran compasión unas por otras disminuía su  tensión arterial, se incrementaba su autoestima, sufrían menos depresiones y su nivel de estrés decrecía.

2.- Fortalece la resiliencia. Practicar la compasión es un camino para construir la resiliencia. Jerilyn Ross, presidenta durante 30 años de la Sociedad Americana de Desórdenes de Ansiedad, mantenía que: “hacer cosas por otras personas, preocuparnos por otras personas concede a nuestro cerebro una pausa en la desesperación. Crea un sentimiento de satisfacción que incrementa la liberación de endorfinas y por tanto aumenta nuestra sensación de bienestar.”

3.- Genera un ambiente de trabajo más agradable y estimula la productividad. Las investigaciones de Sigal Barsade y Olivia O´Neill han encontrado una correlación evidente entre  el comportamiento compasivo, la satisfacción en el trabajo y el éxito de la compañía. La compasión da un sentido al trabajo y cuando los trabajadores encuentran un sentido en su trabajo se sienten más comprometidos y satisfechos con el mismo. Algunas organizaciones, como IDEO, por ejemplo, comprenden esta conexión entre la compasión y el éxito y están empezando a utilizarla en todos los ámbitos, desde la inclusión en la declaración de su misión hasta en los procesos de selección de sus profesionales. El Manual de los trabajadores de IDEO, “The Little Book of IDEO”, incluye recomendaciones como: ser optimista y ayudar a que los compañeros tengan éxito.

4.- Mejora el desempeño académico. Un estudio realizado en 2011 sobre 213 programas sobre aprendizaje emocional, dirigidos a ayudar a los estudiantes a comprender y gestionar sus emociones junto a una muestra de más de 270.000 estudiantes de secundaria mostró claramente que los alumnos que participaban en los programas de aprendizaje emocional experimentaban mayores mejoras en las evaluaciones de tipo académico, actitudinal y de conducta que aquellos que no habían asistido a dichos programas.

5.- Aumenta la salud política, cívica y económica de las comunidades. Paul Zak, por ejemplo,  ha mostrado el papel de la oxitocina en alimentar la salud política y económica de las comunidades. Al activar la compasión la liberación de oxitocina por el cerebro y al fomentar ésta la confianza entre las personas, cunado los niveles de confianza son altos según, entre otros, un estudio de “Pew Research Center” los niveles de criminalidad y corrupción descienden y se mantienen bajos en las comunidades cuyos miembros son compasivos.

El autor plantea que aunque los beneficios son evidentes algunos estudios sugieren que la compasión se está convirtiendo en un bien escaso, como muestra el incremento de los niveles de conductas antisociales y del “bullying”. Un meta-análisis llevado a cabo en el ámbito universitario, durante tres décadas por Sarah Konrath, Edward O´Brien y Courtney Hsing ha encontrado que la compasión y la empatía empezaron a declinar en la década de los noventa y se encuentran actualmente en su nivel más bajo desde 1979. La investigación que analizó datos sobre estudiantes universitarios recogidos en distintas encuestas realizadas en el periodo comprendido entre 1979 y 2009 mostraba que los estudiantes universitarios actuales se preocupaban menos por aquellos menos afortunados que ellos y que tenían una mentalidad de “hacerme rico” y “este no es mi problema” sobre la vida. Aproximadamente el 81% de los comprendidos entre 18 y 25 años contestaron que enriquecerse era una de sus metas principales, mientras sólo un 30% mencionaban como importante ayudar a aquellos que lo necesitasen.

Kukk cree que existen varias razones que explican las causas por las que la compasión disminuye y entre ellas destaca:

a).- La mayor parte de las personas no conocen o no son conscientes de los beneficios que la compasión genera en nuestra vida profesional, cívica y personal. Algunos piensan que la compasión demanda sacrificio y que éste no va acompañado de ningún beneficio.

b).- Muchas personas interpretan la compasión como un signo de debilidad cuando en realidad es una fortaleza.

c).- Las personas no son conscientes de que la compasión se puede enseñar y aprender.

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